Buda dijo: “Monjes, hay un lugar que no es el lugar de la tierra, el agua, el aire, o el fuego y el espacio ilimitado o la conciencia ilimitada, la no materialidad ilimitada, las percepciones o las no percepciones, este mundo o aquel mundo. No hablo de ese lugar como algo que viene y que va o que no viene y no va, como algo que está naciendo y muriendo. Ese lugar no cobra existencia ni muere y no necesita basarse en nada más. Es el final de todo dolor. Es nirvana”.
Suponed que mientras que estamos escuchado hablar así al Buda somos atrapados por las palabras: “Hay un lugar que…Este lugar…”. Entonces no habrá forma alguna de que podamos comprender, porque la realidad del nirvana va más allá de todas las ideas de lo que es y de lo que no es, de lo uno y de lo mucho, del lugar y del no lugar, de esto y de aquello. Utilizando la imagen de una ola como metáfora del nirvana, la ola es nacimiento y muerte, el agua es nirvana. La ola surge y desaparece, es alta y es baja, llega a ser y desaparece, es muchas y es una. Esto no es así para el agua de la ola. Debemos recordar que ésta es únicamente una metáfora. En nuestra percepción ordinaria el agua sigue perteneciendo al mundo fenoménico como las nubes, el vapor, el hielo, y la nieve. Por ser capaces de observar profundamente el mundo fenoménico, somos capaces de descubrir su naturaleza sin nacimiento y sin muerte y de entrar en el mundo de la esencia. En los estudios budistas hablamos sobre el proceso de ir de la característica a la naturaleza, del signo a la esencia. Un bodhisattva es capaz de ver la naturaleza de todo lo que es y, por ello ya no tiene temor y no desea aferrarse a nada. Así, puede montar sobre las olas del nacimiento y de la muerte con una completa ecuanimidad”.
El ser y estar, no ser para estar, ni estar para ser.
ResponderEliminarBello texto y aleccionador, un saludo
gracias. quisiera leer mas de este gran monje.
ResponderEliminarexcelente blog.